Sé que algún día, algún pero algún día veras esto. Y no sé, supongo que será lindo. Al igual como lo sentí yo al dar con cierta entrada de cierto blog. En fin. Gracias, por esos casi 4 años. Fueron hermosos. Los llevo y recuerdo (llevaré y recordaré) con cariño. Eso. Seguir hablando de aquello, sería cagar la entrada. Muchas gracias y cuídate, mucho.
Miraba, escrutaba el mundo. La marcha estaba en su apogeo, en su auge.
Pancartas, carteles se mimetizaban.con los rostros amanecidos.
Diez de la mañana.
La reyerta comienza antes de lo normal.
Los lienzos se mojan, corriéndose. Plasmando consignas en el pavimento.
Las manos se cubren de pintura, se destiñen los rostros.
Se van los compañeros.
Me miran a lo lejos, manco.
No hay nada qué hacer. Se alejan con sus caras descubiertas.
En el cielo, arcoiris de fuego asustan. Estelas caninas rabiosas, las hacen correr.
Y me dejan atrapado, escuchando la lata aguantar las arcaicas balas, mientras muestro el carné.
Es lo que sientes cuando caminas sobre la madera que se mece. El vaivén de la silla que ha perdido el papel doblado.
Corres y corres y todo se va destruyendo en forma de explosiones.
Se quiebra lo circundante.
Y es ahí, en plena carrera, que comienzas a errar. De una forma ingente.
Y no será hasta hasta la vuelta de la esquina, cuando las explosiones se detengan, y la botella de agua te espere; que advertirás aquellos errores.
Quimeras. (De un pasado reciente)
Pensamientos vociferados. Que pensabas inofensivos.
Creencias inocuas: Todo pasa.
Porque por más que hayas acallado las explosiones, el movimiento que generan, persiste.
Por más que dobles las esquinas, por más agua que bebas.
La meta sigue estando lejos.
Y aunque no las veas, aunque no las sientas, las ondas expansivas te siguen irradiando.
Al final, te das cuenta de todo.
Las explosiones se pueden evitar, de hecho ya no se escuchan, las logras evadir.
Pero siguen ahí, permanecen.
Es la radiación maldita.
La reminiscencia del holocausto que generaste hace ya 6 meses.
Y pensar que una subida de presión basta.
Unas papas fritas lisas.
Crenación.
Y con eso basta.
Con eso bastaría.
Extiendan la alfombra gris.
Mientras ruedo,
intentando quitarme los gatos negros de encima.
Lisis.
Al matar a la polilla.
El polvo queda en la mano.
Como un testigo. Del hecho.
El juego se adelanta, las reglas que uno mismo crea, te comen.
Era obvio en realidad. Pero uno es ciego.
El dolor te ciega y caes. La necesidad te golpea.
Morado.
Las reglas, por más claras, son para romperlas.
Primero hay que conocerlas.
Atrapado en la caja mojada, la del callejón, junto a las demás partes de mi vida.
Como perros abandonados.
A la espera de una boca hambrienta.
Ciegos.
Inmóviles.
Atrapados, nosotros. Las partes.
Es difícil limpiar las lágrimas.
De una cara llena de costras.